PERDON DIVINO
Cuando Diego llegó al Napoli, el equipo era una tienda. Tanto que le sirvió a Maradona para convertirse en un verdadero polifuncional. No por gusto, sino por necesidad: todo lo tenía que hacer él. En uno de esos partidos difíciles, bajó a la mitad de la cancha, recuperó la pelota y comenzó a limpiar el camino gambeteando a uno, dos, a tres rivales. Había arrancado en su posición de ocho atrasado y ya estaba por llegar en diagonal y por el centro al área adversaria. Era evidente que buscaba su perfil de zurda. En eso estaba cuando se le cruzó Del Fiume, que era su compañero, le quitó la pelota y, en su afán por rematar y convertir el gol, trastabilló y la perdió. Desde el suelo lo miró a Diego como pidiéndole perdón y Maradona, que con las dos manos apoyados en su cintura estaba pensando “¿Dónde vine a parar?”, le gritó:
-A mí no me digas nada, rezá, a lo mejor San Genaro te perdona...
Cuando Diego llegó al Napoli, el equipo era una tienda. Tanto que le sirvió a Maradona para convertirse en un verdadero polifuncional. No por gusto, sino por necesidad: todo lo tenía que hacer él. En uno de esos partidos difíciles, bajó a la mitad de la cancha, recuperó la pelota y comenzó a limpiar el camino gambeteando a uno, dos, a tres rivales. Había arrancado en su posición de ocho atrasado y ya estaba por llegar en diagonal y por el centro al área adversaria. Era evidente que buscaba su perfil de zurda. En eso estaba cuando se le cruzó Del Fiume, que era su compañero, le quitó la pelota y, en su afán por rematar y convertir el gol, trastabilló y la perdió. Desde el suelo lo miró a Diego como pidiéndole perdón y Maradona, que con las dos manos apoyados en su cintura estaba pensando “¿Dónde vine a parar?”, le gritó:
-A mí no me digas nada, rezá, a lo mejor San Genaro te perdona...
No hay comentarios:
Publicar un comentario