lunes, 28 de abril de 2008

HISTORIA - CAPITULO I

ORIGENES DEL FUTBOL - LA PREHISTORIA

Diversas culturas se adjudican la creación del fútbol, lo cierto es que el hombre primitivo ya sentía la irrefrenable necesidad de patear un objeto esférico para su esparcimiento, independientemente del lugar donde habitaba. Los primeros registros de este juego se pueden situar en una caverna en Kerven, Nueva Guinea. Allí se observan grabados en los que se ve a un hombre persiguiendo con los pies un objeto redondeado. Dos mil quinientos años antes de Cristo, el Emperador chino Xeng-Ti ya organizaba partidos entre equipos militares, que con el vale todo como regla única, debían lograr que ese elemento esférico traspusiera la meta rival. En Grecia, un bajorrelieve del siglo V antes de Cristo muestra a un hombre jugando con una pelota ante la mirada de su esclavo (Foto 1). Los antiguos griegos jugaban una rudimentaria forma de fútbol llamada episkyros. Las tropas del Imperio Romano se divertían pateando una vejiga de cerdo rellena con desechos, que se impulsaba a la fuerza hasta un objetivo. Más acá en el tiempo, en la Europa medieval y moderna, los juegos de pelota tenían un carácter popular y rudo. Se practicaban según dictaba la tradición, sin reglas escritas. Las variantes eran innumerables. La soule era un juego democrático practicado hasta el siglo XIX en Picardia y en Bretaña, y tiene sus raíces en los rituales comunitarios de la sociedad rural y preindustrial. Por su calendario, conserva una dimensión religiosa y parroquial de orígenes inciertos. Este entretenimiento oponía a los jóvenes de dos pueblos vecinos, o también a los solteros con los casados de un mismo pueblo. En ocasiones también participaban los nobles. Los dos equipos intentaban desplazar al campo contrario la soule, es decir, una especie de pelota con un relleno de heno o de salvado, o hecha de mimbre. La organización era bastante informal y las reglas, bastantes flexibles al no sustentarse en normas escritas y estar legitimadas sólo por la tradición, evolucionaban lentamente. No se fijaba el número de participantes ni la duración del juego, ni siquiera los límites precisos del espacio. Utilizando todos los medios físicos, los jugadores se precipitaban sobre la soule e intentaban que ganara terreno, valiéndose de manos y pies. Todo esto sin la menor repartición de tareas. Sólo contaban la fuerza y el impulso. El juego se acababa cuando uno de los equipos lograba depositar la soule en el lugar convenido. Las prohibiciones dictadas por las autoridades atestiguan la brutalidad de un juego cuyos practicantes dejaban lisiados e incluso muertos sobre el terreno. Los habitantes de un pueblo de la Gran Bretaña medieval, Cornualles, practicaban el hurling, consistente en competir en carreras desenfrenadas por valles y montes, atravesando incluso ríos, para depositar la pelota en la portería contraria. Poco a poco, se fueron introduciendo en el juego los principios tácticos y la repartición parcial de cometidos. En la Italia del Renacimiento, en Bolonia y Florencia, se jugaba el quico del calcio (Foto 2), juego en el que el balón se desplazaba con el pie. El calcio, practicado en Pascuas o durante el martes de carnaval, es un juego urbano que se desarrolla en el interior de espacios reducidos y bien delimitados. Las dos líneas del fondo del terreno hacen de portería. Los jugadores están autorizados a llevar la pelota. Aparecen tímidamente la distribución de tareas y un esbozo de juego colectivo: el calcio prefigura al fútbol moderno.

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